Texto curatorial
Al fin de cuentas en el arte se impone una premisa que
resulta del todo incómoda pero útil cuando dejamos a un lado conceptos de
belleza, de gusto y de decoración. La premisa consiste en prefabricar el
andamiaje perfecto para que aparezca un lugar en nuestra imagen del mundo,
ahora más que nunca, relacionado con el juego conveniente del purgatorio judío
cristiano como posibilidad de configuración.
Se ha instalado un purgatorio de la inmanencia en el mundo y
ello hace que los seres que en él intentamos la interpretación y la exposición
seamos sus primeros clientes. En ese mundo recreado constantemente en diversos
formatos con expansión de territorio definido se invierten las lógicas de
cotidianidad conocidas. Ahora, en vez de conflictos dualistas entre ética y
estética, observamos que la estética es una ética, si pensamos en avanzar
sabemos de antemano que de lo que se trata es de invertir nuestro impulso y
misteriosamente la conservación consiste en exacerbar el consumo.
La señal que los artistas emiten en ese nuevo lugar es la auto
figuración porque desde ese lugar de enunciación se puede ser casi que
cualquier cosa de manera inagotable, gracias a la capacidad de imaginarse, ya
sea en el plano de la abreacción, o lo inveterado, basta con aprender grados de
inficionamiento progresivo para comprender que ya no se busca la verdad, ni la
radicalidad, sino evitar lo más indeseable. Dicho esto, el arte de hoy se
encuentra alejado de ese gran estado del equilibrio y el orden, lo que lo
convierte en una animosidad moderada con múltiples dilatantes.
Las obras de Jaurena proponen dos escenarios de análisis que
quizás en algunos momentos logran conjugarse, pero la mayoría del tiempo fungen
individualidades. Se trata de la muerte y lo monstruoso. En cuanto a la muerte,
el artista construye una serie de contenedores donde se activa por un lado una
especie de museo historizado y por otro la exposición reactualizada de sentido.
Se tratan de objetos inermes productos de vidas anteriores ya extintas con
capacidad siniestra de recordarnos lo muerto y su imposible retorno. Lo potente en esta especie de nueva
convocatoria presente es que coloca a lo muerto en renovada circulación en
todas partes y ello hace de lo muerto un valor que aún puede ser explotado y
que desea a todas luces su conservación. Sobre lo monstruoso en la obra de
Jaurena se traduce como la relación que establecemos los hombres con nuestro
interior, la cual necesitamos exteriorizar de alguna manera. Entonces aparecen
en sus composiciones archivo vigilantes de ordenes antiguos o contemporáneos,
criminales ahora dioses populares, juegos de tradición y artistas quienes
evocan todo el tiempo a otros los recuerdos de identidad perturbadora.
Bodegas, cajas, contenedores, recipientes, imágenes
enclaustradas, recortan el espacio de la visión a través de una territorialidad
definida, donde la memoria ocupa un papel preponderante que enmarca la
situación dentro de experiencias traducidas por la hermética difracción de una
mirada literaria en lo poético. Son camafeos de recordación acerca de
compromisos vencidos por la distancia y la vejes, quienes se resisten a perder
su exigua vigencia en medio de rotaciones imaginadas por el drama de lo íntimo
compartido como leyenda.
Oscar Salamanca
Obras
El Chacharero. 1996. Caja arte objeto. 80 x 100 x 10
cm. |
Dos corazones en el salón de clases. 1997.Caja arte objeto. 60 x 70 x
15 cm. |
EL trabajo diario. 1998. Caja arte objeto. 90 x 70 x 13
cm. |
Asesino serial. 1996.Caja arte objeto. 80 x
80 x 12 cm. |
Un Ser Divino. 2018. Caja arte objeto. 50 X 40 X 12
cm. |
Bodega y archivo muerto. 2018. Caja arte objeto. 40 X 50 X
17 cm. |
Toro de fuego. 2018. Caja arte objeto. 40 X 50 X 12
cm. |
No volveremos a verte. 2018. Caja arte objeto. 30 X 40 X
12cm. |
Autorretrato con herramientas de
trabajo. 2019.
Caja arte objeto. 70 X 54 X 16 cm. |
Marcel Duchamp cargando la Fuente
mientras unas cajas vacías de zapatos le impiden el paso. 2018 Caja arte objeto. 40 X 50 X 16 cm. |