Los procesos culturales desde una
mirada centro europea en la figura de la reflexión nos presenta que el cambio
epocal se ha producido gracias a un fin de las repeticiones. Esto quiere decir
que, así como lo pronosticó Goethe “nosotros, los hombres, dependemos de
extensiones y movimiento; estas formas generales son aquellas en las que se
manifiestan todas las demás formas, sobre todo las sensibles..” en nuestra
época la tendencia es hacia la expansión y el movimiento.
En la pintura moderna, dicha tendencia
desarrolla una suerte de ciclos que paulatinamente parecen ensancharse siempre
desde lo precedente, de lo practicado y de lo experimentado. Los pintores nos
centramos en procesos con deudas anteriores para provocar desde la explosión un
cúmulo de asimetrías siempre creativas.
Mencionado lo anterior, se podría
especular que la pintura se resiste a sus tantas muertes anunciadas y que, por
el contrario, pintar hoy significa explorar una o varias asimetrías potenciadas
desde conceptos autorreferentes, donde la liberación misma de energías por el
hacer de la obra, se reutilice de forma ecológica en el desarrollo de sus
mismas capacidades de producción gracias a su artificialidad constante de
cambio.
Con ello tenemos que la pintura se
autorrefuerza en pintura porque los presupuestos anteriores sirven como modos
de reconfiguración y las proyecciones pictóricas, así revaliden aspectos de
fondo sacramental o históricos del gran archivo de imagen disponible, generan
la espiral creciente. Sin embargo, vale la pena aclarar que ese nivel de
virtuosismo cambió en la posmodernidad y que poco a poco se fue derogando lo
conseguido en aras de eliminar posibles obstáculos de diverso orden, académico
y técnico para alcanzar libertades de creación.
Entonces pasamos de la sinergia dada
por circuitos de auto potencia a generar todo tipo de revoluciones contra
múltiples reglas y así las expectativas acerca de la esencia artística del arte
se relativiza hasta el Pop como escenario de victoria por todos compartido. De
esta manera el arte ha entrado en un estado de incomprensión porque simplemente
no podríamos ya determinar qué es o de qué se trata el arte, porque el arte se
ha convertido en una especie de doctrina super especializada que ha
intelectualizado al máximo una práctica.
Ante dicha situación, la pintura
contemporánea podría considerarse, o bien un hacer en el mismo tiempo histórico
que vivimos, o bien una decisión conformada por un juego de expectativas de
expectativas que generen cierta confianza. A mi modo de ver sentir la
contemporaneidad en la pintura es sentir también un proceso de ruina, en el
sentido que presenta una especie de respuesta ante el arte de hoy: si la
pintura se declara en banca rota entonces esta crisis se podría considerar una
revolución, así parezca slogan de la neoizquierda.
La pintura de María Cristina Noriega
bebe de la modernidad formal cuando analiza el territorio de lo pictórico como
un juego de fraccionamientos de espacio, donde se instaura una visión múltiple
y alterna. En las ventanas aparecen
alusiones de ausencias, nostalgias críticas con algún fundamento social,
problemáticas de tiempo y lo más importante, recortes de mirada para producir nuevos
conceptos de paisaje. Entonces las figuras en su lenguaje artístico aparecen
como objetos encontrados resueltos pictóricamente, más que naturalezas
ideográficas, propuestas como indicios plásticos en perspectivas
reconstructivas, bajo el tamiz de un programa de pintura después del Pop que aún
no termina por sentirse cómodo con los efectos de la representación.
La incomodidad surge por la perdida en
la adopción de una asimetría lo suficientemente aumentada, que no logra
diferenciar el estar o no en crisis. Pero ello no es propio solo de su pintura,
sino un efecto compartido, porque al pintar sabemos que las metas de la pintura
no son más lejanas que una sumatoria de improvisaciones.
Es posible comprender la pintura de
Noriega como un Trasegar de un Encuentro, según lo anuncia el nombre de la exposición,
puesto que pone de manifiesto un orden cronológico desde lo íntimo en pequeño
formato, a lo abierto compartido en la figura de un territorio para los otros,
donde la excusa del encuentro se considera la misma noción de convergencia. La
artista reconoce que lo que converge en su lenguaje plástico tiene que ver con
elementos autorreferenciales, asociados con anclajes familiares posibles
gracias a la empatía y la constante movilidad, no solo de pensamiento, sino de
frecuencia telúrica exenta de frívolo maquillaje. Al final, con todo el aparato
conceptual y gráfico desplegado nos enfrentamos en sus palabras “a obras simples y
directas, sin maquillaje, las cuales hablan de la melancolía, los anhelos, las
esperanzas y las tristezas, producto de lo despojado y de lo perdido”.
Oscar Salamanca
Mundos Paralelos Mixta sobre madera Políptico (16) 20x20cm c/u |
Del otro lado Mixta sobre madera Políptico (4) 20 x 20 cm c/u |
Horizontes Mixta sobre madera 30 x 30 cm |
Movimiento Mixta sobre madera Políptico (4) 23 x 20 cm |
A solas Mixta sobre madera Políptico (4) 16 x 16 cm |
Contratiempo Mixta sobre madera 15 x 60 cm |
Desencuentro Mixta sobre madera 15 x 60 cm |
Pasos Mixta sobre madera Tríptico (3) 16 x 16 cm c/u |
Migratorios óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
Contradicciones Óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
Indiferencia Óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
Territorios Óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
Zona rosa Óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
Desplazados Óleo sobre lienzo 100 x 100 cm |
María Cristina Noriega.1961
Mi proceso pictórico se inicia en casa observando a mi
padre pintor y publicista, pero también donde primero soy alentada a no
estudiar arte; estudio entonces Bacteriología, trabajo algunos años y más tarde
inicio artes plásticas en la Universidad Nacional de Colombia donde me enfoco en
pintura y hago profundización en grabado y cerámica; me graduó e inicio mi búsqueda y desarrollo creativo, primero en Colombia y
luego en EEUU, donde trabajé como docente por dos años en el museo de la OEA, en
Washington, allí me acerco al arte latinoamericano de primera mano de los
propios artistas invitados a exponer o de las exposiciones itinerantes que
venían de otros países. Muestras como la de Antonio Seguí (Argentina), Fernando
de Zsyszlo (Perú), Joaquín Torres García y la Escuela del Sur, así como la
colección particular del museo, despertaron en mí un profundo reconocimiento y
compromiso por el arte hecho desde nuestra propia identidad.
He
pintado y desarrollado mi obra ininterrumpidamente, mostrándola individual y
colectivamente en Colombia, EEUU y Canadá principalmente.
Mi pintura alude a una expresión de inquietudes personales
pero que tocan siempre al otro, mi entorno individual y colectivo, mi condición
de mujer y en últimas, las circunstancias que rodean al ser humano; he partido
de preguntas, experiencias y reflexiones que han me llevado a hablar de la vida
en el mundo “contemporáneo” (Series Paredes y Laberintos, A Diario, Con Clave,
Simultáneos); y de mi ser íntimo y social (Serie El Sueño perdido, La Memoria
del Otro y Des-arraigo).
Macrinoss
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