La fragmentación impulsiva instaura un paisaje protohhumano basado en la repetición concentrada, delicada, tatuada en la memoria anecdótica con funcionamiento cultural. Se tratra de espacios pictóricos modulares - procesionales los cuales exhudan, tanto de huellas como referencias figurativas de lo constrído y abandonado por la experiencia del hombre absorto, la cual pretende una revisión autobiográfica sobre la noción de sí mismo.
Se teje en la obra para el Muro Líquido una linea de tierra basada en el detalle ficcional del trampalojo interrumpido por el movimiento fílmico de un registro del rio Magdalena formulado en un tiempo indeterminado, como si el sentido de lo real quedara suspendido en el recorrido lento y misterioso de una corriente contingente de presagios nefastos.
Al final se produce la necesaria conquista del hombre inundando nuevas naturalezas, estas ya desvinculadas de arquitectura y artilugios que le garantizan el espacio marcado por una inmensa soledad.
"éxodos"exposición individual Sair García, Sala Carlos Drews, Pereira, Colombia, 8 de marzo- 9 de abril, 2013.
Paisaje fragmentario, vuelta
y devuelta de una revolución.
No basta el territorio dentro
de su extensión imposible para abarcar la naturaleza de los conceptos cuando
prima en la intención el simple recorrido y la certeza de hallarse ante lo
desconocido.
El rio por su capacidad de
contener y arrastrar causa extrañeza en el recorrido también como extensión
siempre renovada e inasible , siquiera en lo imaginado y marginado por
el deterioro.
En el proyecto de sitio
específico denominado “paisaje fragmentario” del artista barrmamejo Saír García
el paisaje traducido en el cauce del principal rio de Colombia (rio Magdalena) por su extensión
e importancia cultural nos devela una nueva naturaleza esta vez dada por el
fragmento.
Miremos qué ocurre con el
fragmento y la naturaleza. La obra de
instalación consta de una serie de imágenes pictóricas sobre módulos metálicos
los cuales forman una línea de horizonte. En cada imagen de pintura podemos
apreciar una diversidad de recortes de mundo relacionados con el cauce y el
devenir de formas, colores, estructuras entre orgánicas e inorgánicas con
intención descriptiva más no narrativa.
En conjunto los pequeños
retablos ordenados dan cuenta de una visión segmentada y monocroma capaz de
crear diversas sensaciones acerca de un algo hasta ahora no revelado pero sí
responsable de malos augurios. Es como si de repente el rio se hubiera detenido
cansado con su andar o su carga de pesadumbre, ya que las noticias de esperanza
o divina coincidencia hubieran huido para siempre.
El sentimiento de desolación
es usado por la pintura con suavidad y sutileza en esa especie de invitación
procesional marcada por el ritmo de apariciones de módulos y representaciones individuales que en su conjunto invitan al movimiento. De hecho , justo a la mitad de la instalación, sobre el muro
encontramos la presencia del movimiento registrado a través de una micro
proyección que reproduce casi imperceptiblemente el trasegar de una canoa
navegando por el rio.
Vemos entonces cómo las naturalezas se van intercambiando en aras
de una constante transfiguración de formas, medios, así como sistemas de imagen
y pintura para hablar de una cosa simple y compleja al mismo tiempo: el
paisaje.
Como hemos perdido el
territorio aceptamos sin condiciones el paisaje también con una mirada
fragmentaria ya que los recortes de lo fotográfico no cesan sino que alimentan
nuevas estructuras de comprensión en una especie de pensamiento collage y
reconstrucción bricoleur cuyo objeto consiste en devolvernos los conceptos y
las razones tanto del arte como de su comprensión sensible.
García hecha mano de una
de las formulas más contundentes del arte moderno cuando decide una
representación basada en la selección y segmentación de un todo en varias
partes . La fragmentación en la imagen podemos decir que es el resultado de
operaciones sociales y culturales instauradas como mecánica por la
omnilegitimidad de la revolución, entendiendo la revolución como una expresión
de legitimación de ciertas formas de violencia contra determinadas latencias.
Así las cosas, lo que
interesa aquí es la necesidad por colocar en escena rupturas procuradas por
recientes operadores muy seguros de sus procedimientos, de hecho García se
ofrece en su obra como un nuevo operador
seguro de una posible revolución ante el fenómeno de la ruptura y la
fragmentación. No obstante lo asumido que el mundo del arte tiene de la
fragmentación como un algo viciado incluso por la academia, logra desprenderse
de su agotamiento otrora insospechado por Francis Picabia, para revelarse
frente a un determinismo estético de buen gusto pretendidamente moderno.
La estética tiene que ver con
objetos y apariencias y el arte tiene que ver con conceptos, por eso la
fragmentación en la obra de Sair García intenta fetiches revolucionarios
herederos de lecturas surrealistas estéticas y artísticas en el sentido de
articular un discurso visual y un aparato teórico aguzado en la pretensión,
como dijimos arriba moderna, de actualidad (lo nuevo) dirigido a la explicación
de la cultura.
Cuando observamos la obra
asistimos irremediablemente a un entramado de significaciones sobre la cultura
como reglas y acciones susceptibles de ser transmitidas y variadas por
generaciones; lo que ocurre es que la cultura confiada en la obra "paisaje fragmentario" sus
eyecciones en lo mutable y a la vez letrinocéntrico de sus consecuencias: nada
más desolador que lo humano trascendido en la extrema soledad de unas figuras
holistas e inhóspitas.
La culpa del ubicar con
exactitud dónde hay arte en la obra de García ha sido, a mi parecer
prematuramente, achacada a la experiencia que proyecta su trabajo como una
referencia a los fenómenos de violencia sufrida por el artista y que ahora surgen como propósito artístico.
Quizá como una respuesta efectiva de la ecuación experiencia-violencia –arte se
de naturalmente la fragmentación, pero
habrá que ver si ella representa en el trabajo de Sair más bien un diletantismo cuando recurre al poder simbólico
de las imágenes, no como arsenal rompedor de latencias y destitutor en esencia,
sino recurso de producción, es decir surge el cuestionamiento de si se rompe,
se fragmenta como consenso de fin y libertad de radicalidades o es una manera
moderna de solución de una imagen, igualmente fragmentada por efecto de la
mirada sin pretensiones revolucionarias,
ya que el sentido de pintar imágenes de ríos cáusticos lleva a comprender
cierto sentido de critica y soterrada denuncia de espacio político amainado por
la estética del gusto en lo aparente.
Oscar Salamanca