Construcción, asedio, estampida, sinónimos del hacer del
arte actual que produce reverberancia. La creación devuelve furores por doquier
en medio de estratagemas poéticas en clave de autorreferencia. Las miradas
también se detienen ante lo vertiginoso de saberse presa en algún tipo de caída
libre. Lo que queda siempre es el esfuerzo escatológico por pensar acerca de
posibles fines y demás, ahora inalcanzables, vestigios de permanencia.
Aunque nos parezca el gran motivo del vivir bajo la
tendencia por considerar trabajo cualquier actividad humana, no podemos acceder
a un trabajo del arte basado en la seriedad a toda costa, un arte profesional
que resuelve con sospechas la figura del artista profesional. Preferible inclinarse por un arte exento de
lucha abierta desde cualquier circunstancia para no caer en la trampa de las
causas definitivas. El blagueur en vez del semionauta hace referencia al
pathos Dadá, dejarse llevar así mismo y de esta manera sentir con el hacer del
arte la presencia fuerte de la nada y las exiguas reminiscencias de la bello.
Nuestra época se olvidó tempranamente del epígono porque se
han revelado las fracturas de herencias desafortunadas. Ahora nos enfrentamos a
un super desarrollo de la intuición en la voz de una llamada sin emoción, tácita,
pero al mismo tiempo profunda la cual simplemente no se dirige directamente a nosotros,
sino que nos pilla por el camino como una emisión de rebote. De hecho, creemos
que las llamadas de lo exterior hacia lo interior son algo ínsito, es decir,
que las formas, los tonos, las posibles combinaciones de lo traducido provienen
de lo propio, independiente de lo que entendamos por ello.
Lo propio junto con la intuición funciona en el hacer del
arte hoy en perfecta sincronía con el amok, ese síndrome cultural afincado en
la creciente súbita, un derroche de energía basada en atractores verticales donde
cada escaño de subida genera explosiones espontáneas de rabia salvaje en
nosotros, seres humanos que hemos tomado decisiones éticas diferentes en los
que se ejercen sus furores. Por un lado, surge la exoética cuando el conjunto
de miradas de lo externo trata de interferir en decisiones íntimas de la
creación, pero por el otro lado se impone una endoética que refuerza la
transmisión de sentido, por ello la posibilidad que avizoró Goethe “Nosotros
los hombres, dependemos de extensión y movimiento; estas formas generales son
aquellas en las que se manifiestan todas las demás formas, sobre todo las
sensibles”.
La exposición colectiva “Hado plástico” consiste en mostrar
12 diferentes procesos que reflexionan sobre la permanencia o no de ciertas
tendencias afincadas en las repeticiones, porque de alguna manera se detectan
reacciones figurativas o salidas pictóricas que hablan de sustituciones
paulatinas. Las obras pretenden avanzar sobre una fracción espacio temporal en
cuanto a perspectivas organicistas basadas en ciclos ampliados, ya que durante
lo trasegado las innovaciones se han venido acumulando en asimétricos
reforzamientos del individuo.
El Hado plástico tal cual lo señala la exposición realiza un
intrincado recorrido en cada artista porque el sujeto se ve de repente
condicionado a reutilizar la energía liberada en su obra para construir nuevas
propuestas y así aumentar la propia sinergia creativa cuando piensa en nuevos
sistemas intensificados sobre planos ascendentes de artificialidad artística.
Entonces las obras devienen de una fuerza que impulsa los círculos virtuosos,
pero al mismo tiempo intentan derogar lo conseguido, una perfecta contradicción
posmoderna, pues es claro que el impulso profesionalizante de los actores
formados en academicismos seudo-purificados atenta contra una extrema creación
libertaria.
Artistas
Ana María Ruiz Rodgers
Antonio Cadavid
Carlos Otálora
Diana Galindo
Fabiola Alarcón
Fernando Murcia
Gloría Elcy Gil
Jhessper Botello
María Cecilia Galindo Oñate
María Cristina Noriega
Marco Vargas
Ludwig Rodríguez
Curador Oscar Salamanca