MURO LÍQUIDO: Momentos del día, espacios de la vida. Exposición individual de Ana María Ruiz Rodgers. Agosto 2 al 3 de octubre de 2023

Explorar por medio de lo pictórico la relación existente entre el paisaje exterior y el paisaje interior me ha llevado a navegar sin un camino cerrado que limite mi necesidad de crear, de expresar experiencias de vida. Brotan los lugares del alma que complejos y hermosos se filtran a través de las rendijas de la consciencia como la luz, creando atmósferas pictóricas que aluden al movimiento, al curso de esas corrientes subterráneas e intentan convertirse en manchas, líneas y texturas sobre la superficie de la madera, que ya tiene sus propias huellas.

He pintado casi siempre en gran formato, con color, con pigmentos. Siento que tengo el espacio para meterme en la pintura, ser abrazada por ella. He hecho collage en gran formato, me encanta descubrir en él los pequeños paisajes, las pequeñas obras: detenerme en el recorrido, absorta en algún detalle que brotó al momento de hacer y que tomó su lugar al momento de ver, de contemplar. Saber que ese detalle es suficiente porque hace parte de un todo, porque hace parte de una estructura visible o invisible que lo mantiene en su lugar y, al mantenerlo allí, lo potencia. Busco que estos diferentes planos de la existencia que se complementan se ignoran o se funden en la creación de ámbitos, de ensamblajes entre lo interno y lo externo, se expresen en mi obra con la materia, en los diferentes planos y elementos constructivos, con la línea, la mancha, la textura y el color.

Desde que recuerdo he pintado el paisaje y en él la presencia de la figura humana, la mayoría de las veces como contorno o mancha, posibilitando que se fundan o se remplacen, que coexistan. ¿Qué entiendo por paisaje? La manifestación de la vida en sus múltiples formas: la acción, la fuerza de vectores que se entrecruzan, se sobreponen y se vuelven uno; la luz como elemento creador de espacios y sensaciones, su ausencia como posibilidad de origen. El aire que juega con las tonalidades de color y nos habla del vacío, o de lo efímero, o de lo insustancial. Busco transmitir la fuerza de la existencia, su entreverarse, sus espacios plegados y sus momentos lisos.

Este proceso creativo que he llamado “De la naturaleza femenina” capítulo “El Rapto” surgió al leer sobre el rapto de las sabinas, no con intención, sino por estar en un libro que leía. Anoto aquí el fragmento: “El historiador se apresura a explicar, para evitar malentendidos, que el rapto fue una medida necesaria si los romanos querían asegurar la supervivencia de su ciudad. Además, los presenta haciendo promesas de afecto, reconciliación y amor a las afectadas muchachas. “Esos argumentos-añade-fueron reforzados por la ternura de aquellos maridos, quienes excusaron su conducta invocando la fuerza irresistible de su pasión, argumento siempre efectivo porque apela a la naturaleza femenina” (Irene Vallejo, “El infinito en un junco”, pg.254. Ed. Siruela.2021)

¡Vaya sorpresa! Y ¡Que batazo! Y uno metido en la tibieza de las sábanas. Inició así el dialogo interno sobre lo que aceptamos sin querer o disfrazamos por no ver, entre otras cosas. Aparecen las imágenes de los personajes femeninos en las diferentes pinturas sobre un rapto, la de J.L David, N. Poussin, G. Reni, la escultura sorprendente de Bernini. Recuerdo, entonces, la obra de Artemisa Gentileschi y reconozco en los gestos de algunas de sus mujeres mi propia sensación. El calco, la huella, el color y la línea se convierten en los aliados para hacer visible la idea y compartirla con aquellos que se detienen a rastrear el camino.

ANA MARIA RUIZ RODGERS

Julio 2023

OBRAS