lunes, 29 de septiembre de 2014

Inmoderno. Daniel López. De la rabia como sustento

Daniel López, paisaje, óleo sobre tela
El encuentro de la pintura no suele ser un escenario amable o al menos suave frente a la crudeza que representa lo aterrorizable del mundo. Con tanta situación agreste, con tanta dureza alrededor, el arte asume lo terrorífico como una forma natural de su propio ente, de su ser, ahora presentado como una violencia más en la realidad violenta, quizá heredera de una época moderna ya lejana, casi invisible.

La pintura entonces comienza un proceso de despojo progresivo: si antes había ganado con creces la verticalidad ahora ella se acuesta hasta traslaparse entre la basura, la pisada, el escupitajo y todo aquello que implique formas de desalojo.

Una pintura así totalmente desprovista de recursos hieráticos o al menos heroicos no deja de causar extrañeza en vez de enojos y desviaciones de apreciación tanto conceptual como técnica.
En las academias de arte la suciedad y el abandono formal sobre las piezas artísticas parece ser un síntoma estético precario no profundo pero si en respuesta a los términos medios generalizados: mire a donde mire, las cosas no buscan lo profundo sino mantenerse en los conceptos superficiales que logren el sino del empuje hacia delante.

El tiempo contemporáneo en que vivimos nos ha demostrado que a él  no le interesa las situaciones de profundidad, mas por el contrario se esfuerza en ubicar toda la fuerza del mensaje como lo dijimos antes en lo superficial y con ello reforzar la sensación por lo mediocre a nivel general.

Lo mismo ocurre cuando , luego de construir lo bello, accedemos a su destrucción intencionadamente desde accidentalidades programadas, violentas apariciones ya definitorias. Es como si conscientes de contener lo bello simplemente fuera atacado eso bello por el exceso de vida organizada, orden y aspiración a lo superior implícito.
Hacemos arte desde el daño, la exposición y la violencia, no tanto contra los sujetos así dichos sujetos se hallen completamente objetivados, sino contra lo no definido, contra lo no esclarecido, de su naturaleza.
En ese orden de ideas los paisajes duramente pintados de Daniel López inyectan una atmosfera de la desidia si tenemos en cuenta sus superficies como verdaderos campos de batalla de lo sucio sobre puesto una y otra vez: pinta sobre formatos desbaratados por ingenuidad con técnicas cargadas de tradición formal, la cual a su vez son atacadas con mugre.

La mugre en arte existe y mejor aún, la mugre como arte aparece en lo inmanejable del descuido, Daniel López presenta un conjunto de trabajos academicistas donde lo pictórico surge por el manejo de un medio pastoso, cubriente con tiempos limitados y situaciones cromáticas construidas a partir de la valoración tonal. No obstante el juicio al perseguir la luz en lo cambiante del paisaje, López da espacio a lo fortuito cuando se para, arrastra el óleo, pisa la superficie, escupe de fastidio su esclavitud para presentar un pobre escenario gráfico repleto de arañazos, trazos sin dibujo, detritus de no saber cuidar lo bello, de no comprender que la pintura ya no le pertenece más, que ella conforma el gigante archivo de experiencia acumulada del arte.

Cuando veo los paisajes de López detecto rabia, de esa que le da a uno cuando por mas que insistamos termina convirtiéndose en lo más bárbaro, lo más ridículamente obsesivo que extrañamente otorga sentido.

Exposición "Los Inmodernos" Muro Líquido, biblioteca Jorge Roa Martínez, Universidad Tecnológica de Pereira en Colombia, Septiembre 2 al 1 de Octubre de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario