Dentro de sus intereses pictóricos cobra
valor el paisaje desde la óptica derivada de sensaciones. Lo real abruma cuando
el tiempo de ejecución es escaso y la destreza técnica queda supeditada a
formulas y teorías. Stanig confía en la
formación artística porque ella facilita algunos recursos y artilugios, que si
bien funcionan en la estética bonaerense con sus cambios de estaciones y
transformaciones circunstanciales de luz , textura, parece ser que entran en
choque con la exuberancia de tonalidades estridentes del trópico.
Los paisajes de la artista entonces
aparecen cargados de excesos de blanco, un recurso peligroso por la tendencia
hacia la perdida de valores y fuerza del pigmento, pero que en su caso opera
como mecánica de identificación entre pantallas pictóricas. Lo más complejo de
hacer una pintura de paisaje al aire libre quizá sea otorgar el valor a lo que
se encuentra mas atrás y más adelante, es decir, a ese juego de conocer con la
observación el tono preciso en grises. En su pintura priman los colores
apaisados o pastelosos lo cuales intentan dibujar cada trozo de naturaleza
ubicado tímida pero intencionalmente dentro de una retícula de composición muy
intuitiva. Así las cosas tenemos en el proceso de Stanig un juego de
contradicciones, se pinta lo que se ve o se pinta lo que cree que se conoce , un ejercicio interesante que nos pone a pensar en las construcción de naturaleza que recreamos.
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