viernes, 6 de junio de 2014

TETAZO::: OSCAR SALAMANCA





La obra se encuentra instalada en el salón de la Maestría en Estética y Creación de la Universidad Tecnológica de Pereira en Colombia. h-514

Texto:

Tetazo,

Dentro de las prácticas del cuerpo en el arte hemos asistido a una nutrida capacidad de transgresión y desafío sobretodo cuando el accionar con el cuerpo cumplía en exceso con premisas de significado o subjetividad.
En el panorama del arte de hoy, al menos aquella noción de arte prefabricada sobre escafandras de inmersión ya solidificadas o caducas que rodean la contemporaneidad en Colombia, existe una idea de continuismo acotado aún a la confianza por el significado, es decir, la cosa del arte debe producir un significado o apuntar a él.
A este respecto la obligación por el significado se ha impuesto en tal medida conceptual que termina por afectar el sentido vinculado a lo sensible, al gusto e incluso a lo estético. Concluyo lo anterior cuando lo relaciono al cuerpo porque por un lado lo estético, considerado como aquello que permanece en el tiempo deja espacio a lo temporal pasajero, a la moda y en ese sentido de transmisión el gusto queda supeditado a la preeminencia de la idea como un signo en declive. No interesa en el arte de hoy el gusto, en parte porque también hemos visto que el gusto ha sido objeto de abuso de la subjetividad.

El cambio consiste en proponer un arte que use la subjetividad pero desde su objetivación, esto es, hay que objetivar la subjetivación. Si lo logramos, entonces la subjetividad deja de ser un territorio inmaculado donde no existe la critica y pasa a convertirse en  un escenario de contexto más donde el artista reconoce como lugar para el análisis y riesgo.

De igual forma ocurre con el significado. Si miramos con atención la avalancha de obra con significado o hacia el significado en el arte de hoy, nos damos cuenta que prácticamente y desde el primer conceptualismo, todo lo planteado en arte debe cumplir una función significativa. Se apunta al significado desde varias perspectivas y modos de hacer, algunas obras se inscriben en compromisos evidentes y otras modelan sus posturas hacia juegos intelectuales o pulsiones asociativas, pero siempre con el ánimo de significar, de decir algo a alguien en cualquier parte.
Aunque reconozco que el significar es la dinámica en el arte de hoy, personalmente produzco un arte que no tiene interés en él. Quiero decir que poco pienso cuando hago arte en lo que ese arte carga de significado y mucho menos si ese significado responde o no a un aparato teórico preciso o acotado. Más bien, en mi caso y creo encontrar un eco, hay necesidad de hacer arte en principio porque lo que me interesa del arte es hacerlo, sin importar lo que ocurra con su resultado y ese hacer arte muchas veces o mejor, las más de las veces, equivoca el elemento, no sabe, no conoce su valor significante, pero lo cubren rápidamente de un significado.

No obstante lo anterior y en aras de ser perfectamente contradictorio, me interesa pasada la creación introducirme en el territorio de la interpretación y para ello echo mano de la especulación conceptual basada en lógicas de asociación o respuesta sobre intuiciones fuertes adheridas en origen al trabajo artístico, en este caso a la obra titulada “tetazo”, actualmente expuesta en el Muro Líquido.

Dicha obra involucra la fotografía y el accionar del cuerpo, dos medios que apuntan a la identificación de un elemento. Por tratarse del cuerpo y lo fotográfico, ambos medios de producción sobrecargados de significado de sentido, intentaré en lo seguido tratar de desprenderme de arandelas conceptuales que fungen de justificación incluso académica para llegar  a identificar el elemento.

En la obra de fotoperformance titulada “tetazo” ocurren dos cosas puntuales: la agresión y el humor. Mi intención primera con relación a la agresión responde a una dinámica precisa del valor del cuerpo en las relaciones interpersonales.  Nuestra sociedad necesita más que antes del reconocimiento de un cuerpo en general que permita exponer una imagen de él para su representación de orden icónica, sensible o relacional. En ese sentido el cuerpo de la mujer se ha convertido en una zona de tención y acecho constante hasta su desposesión, ya no se es dueño del cuerpo, él es una señal de dominación constante y desde muchos escenarios. En la obra señalo el seno como una especie de lugar y no lugar cuando ubico en él un sitio de cobijo conocido, refugio seguro pero también en él existe el despojo y la falta de identidad. La teta que alimenta y da seguridad afectiva incluso desde el castigo, pero la teta exenta de función relacional.
Esa teta en general como símbolo de búsqueda por lo afectivo, el deseo y el anclaje en la obra se convierte en un objeto significativo sobre un estado de las cosas cuando pensamos que en efecto estamos recibiendo directamente del conjunto social y económico cachetadas de teta desde que fuimos arrojados al mundo. Con la teta logramos adaptarnos a la cultura como criadero de seres humanos y con la teta nos alejamos de lo salvaje ya que hemos convertido a la teta en una nueva construcción de naturaleza transformada para la configuración del hábitat. Es fácil ver y sentir los avances de teta en lo medial del simulacro cultual contemporáneo. En ese sentido la obra “tetazo” nos introduce en un juego de asociaciones trágicas que nos recuerdan los círculos de alejamiento y ensimismamiento. Lo que ocurre es que la teta del tetazo despierta con violencia anclajes dados por seguros, esto gracias al componente del humor.

En el fotoperfomance aparece el autor en el momento justo cuando recibe un golpe de teta en su rostro de forma violenta que termina por generar un desplazamiento, una reacción con gran movimiento en la imagen. El acontecimiento detenido informa sobre un acto que por su misma inverosimilitud produce extrañeza y con ella da paso al humor. El seno desnudo ocupa un lugar muy protagónico en la imagen, esto en parte porque el sentido de la imagen requería potenciar de manera significativa el seno como un elemento sobredimensionado y de imposición capaz de contener para la imagen la suficiente energía conceptual para validarlo como objeto de imposición de un orden, non tanto como objeto de dominación sexual.

En realidad el fotoperformance no usa lo sexual ni siquiera lo erótico porque todo el arsenal significativo ha sido instalado en la búsqueda del humor cínico al intentar representar en una imagen el comportamiento del cuerpo en la vida tal cual hoy la consideramos social, económica y políticamente.


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