sábado, 9 de marzo de 2013

Sair García::: paisaje fragmentario











La fragmentación impulsiva instaura un paisaje protohhumano basado en la repetición concentrada, delicada, tatuada en la memoria anecdótica con  funcionamiento cultural. Se tratra de espacios pictóricos modulares - procesionales los cuales exhudan,  tanto de huellas como  referencias figurativas de lo constrído y abandonado por la experiencia del hombre absorto, la cual pretende una  revisión autobiográfica sobre la noción de sí mismo.
Se teje en la obra para el Muro Líquido una linea de tierra basada en el detalle ficcional del trampalojo interrumpido por el movimiento fílmico de un registro del rio Magdalena formulado en un tiempo indeterminado, como si el sentido de lo real quedara suspendido en el recorrido lento y misterioso de una corriente contingente de presagios nefastos.
Al final se produce la necesaria conquista del hombre inundando nuevas naturalezas, estas ya desvinculadas de arquitectura y artilugios que le garantizan el espacio marcado por una inmensa soledad.

 "éxodos"exposición individual Sair García, Sala Carlos Drews, Pereira, Colombia, 8 de marzo- 9 de abril, 2013.


Paisaje fragmentario, vuelta y devuelta de una revolución.


No basta el territorio dentro de su extensión imposible para abarcar la naturaleza de los conceptos cuando prima en la intención el simple recorrido y la certeza de hallarse ante lo desconocido.

El rio por su capacidad de contener y arrastrar causa extrañeza en el recorrido también como extensión siempre renovada e inasible , siquiera en lo imaginado y marginado por el deterioro.

En el proyecto de sitio específico denominado “paisaje fragmentario” del artista barrmamejo Saír García el paisaje traducido en el cauce del principal rio de Colombia (rio Magdalena) por su extensión e importancia cultural nos devela una nueva naturaleza esta vez dada por el fragmento.

Miremos qué ocurre con el fragmento y la naturaleza.  La obra de instalación consta de una serie de imágenes pictóricas sobre módulos metálicos los cuales forman una línea de horizonte. En cada imagen de pintura podemos apreciar una diversidad de recortes de mundo relacionados con el cauce y el devenir de formas, colores, estructuras entre orgánicas e inorgánicas con intención descriptiva más no narrativa.

En conjunto los pequeños retablos ordenados dan cuenta de una visión segmentada y monocroma capaz de crear diversas sensaciones acerca de un algo hasta ahora no revelado pero sí responsable de malos augurios. Es como si de repente el rio se hubiera detenido cansado con su andar o su carga de pesadumbre, ya que las noticias de esperanza o divina coincidencia hubieran huido para siempre.

El sentimiento de desolación es usado por la pintura con suavidad y sutileza en esa especie de invitación procesional marcada por  el ritmo de apariciones de módulos y representaciones individuales que en su conjunto invitan al movimiento. De hecho , justo a la mitad de la instalación, sobre el muro encontramos la presencia del movimiento registrado a través de una micro proyección que reproduce casi imperceptiblemente el trasegar de una canoa navegando por el rio.

Vemos entonces cómo  las naturalezas se van intercambiando en aras de una constante transfiguración de formas, medios, así como sistemas de imagen y pintura para hablar de una cosa simple y compleja al mismo tiempo: el paisaje.

Como hemos perdido el territorio aceptamos sin condiciones el paisaje también con una mirada fragmentaria ya que los recortes de lo fotográfico no cesan sino que alimentan nuevas estructuras de comprensión en una especie de pensamiento collage y reconstrucción bricoleur cuyo objeto consiste en devolvernos los conceptos y las razones tanto del arte como de su comprensión sensible.

García hecha mano de una de las formulas más contundentes del arte moderno cuando decide una representación basada en la selección y segmentación de un todo en varias partes . La fragmentación en la imagen podemos decir que es el resultado de operaciones sociales y culturales instauradas como mecánica por la omnilegitimidad de la revolución, entendiendo la revolución como una expresión de legitimación de ciertas formas de violencia contra determinadas latencias.

Así las cosas, lo que interesa aquí es la necesidad por colocar en escena rupturas procuradas por recientes operadores muy seguros de sus procedimientos, de hecho García se ofrece en su obra como un  nuevo operador seguro de una posible revolución ante el fenómeno de la ruptura y la fragmentación. No obstante lo asumido que el mundo del arte tiene de la fragmentación como un algo viciado incluso por la academia, logra desprenderse de su agotamiento otrora insospechado por Francis Picabia, para revelarse frente a un determinismo estético de buen gusto pretendidamente moderno.

La estética tiene que ver con objetos y apariencias y el arte tiene que ver con conceptos, por eso la fragmentación en la obra de Sair García intenta fetiches revolucionarios herederos de lecturas surrealistas estéticas y artísticas en el sentido de articular un discurso visual y un aparato teórico aguzado en la pretensión, como dijimos arriba moderna, de actualidad (lo nuevo) dirigido a la explicación de la cultura.

Cuando observamos la obra asistimos irremediablemente a un entramado de significaciones sobre la cultura como reglas y acciones susceptibles de ser transmitidas y variadas por generaciones; lo que ocurre es que la cultura confiada en la obra "paisaje fragmentario" sus eyecciones en lo mutable y a la vez letrinocéntrico de sus consecuencias: nada más desolador que lo humano trascendido en la extrema soledad de unas figuras holistas e inhóspitas.

La culpa del ubicar con exactitud dónde hay arte en la obra de García ha sido, a mi parecer prematuramente, achacada a la experiencia que proyecta su trabajo como una referencia a los fenómenos de violencia sufrida por el artista y  que ahora surgen como propósito artístico. Quizá como una respuesta efectiva de la ecuación experiencia-violencia –arte se de naturalmente la fragmentación, pero  habrá que ver si ella representa en el trabajo de Sair más bien  un diletantismo cuando recurre al poder simbólico de las imágenes, no como arsenal rompedor de latencias y destitutor en esencia, sino recurso de producción, es decir surge el cuestionamiento de si se rompe, se fragmenta como consenso de fin y libertad de radicalidades o es una manera moderna de solución de una imagen, igualmente fragmentada por efecto de la mirada  sin pretensiones revolucionarias, ya que el sentido de pintar imágenes de ríos cáusticos lleva a comprender cierto sentido de critica y soterrada denuncia de espacio político amainado por la estética del gusto en lo aparente.

Oscar Salamanca

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