Extraído del sitio web del artista: Una “utopila” es la suma de dos palabras, la utopía y la pila. La primera palabra como un lugar que no existe, al menos en una de las muchas realidades posibles. Pila es una batería, que le da la energía o la capacidad de imaginar una situación imposible. Como dice el cineasta argentino Fernando Birri "utopía está en el horizonte. Si usted camina dos pasos ella se aleja dos pasos. Así que … entonces para que sirven? Para eso, sirven para caminar, para avanzar ".
Los utopilas también sirven para dar testimonio por la vida a veces acciones infructuosas, pero la necesidad de seguir creyendo. Permite reflejar algunos aspectos autobiográficos, sueños y temores también. Es una serie que explora diversos formatos tales como la instalación, el vídeo y las acciones en el espacio público.
La actual exposición del Muro líquido
titulada “el lado b de una utopila” del artista pereirano Diego Alejandro Garzón
revisa algunos conceptos implícitos en la naturaleza actual de la obra de arte, miremos:
La exposición se refiere a un momento
específico de la niñez del artista cuando esté a escasos 9 años comprendió el
concepto de muerte . Se trató del desceso de su mascota, una tortuga la cual
representó un lugar de protección y refugio temprano. El suceso quedó grabado
como una especie de tatuaje anímico que el arte se ha encargado de extraer
lentamente. En la exposición se entrecruzan constantemente imágenes cargadas de
simbología privada. Es el caso de fotografías tomadas del viaducto “Cesar Gaviría” de la ciudad de Pereira, donde vemos
una flecha dibujada sobre el puente, la cual señala el lugar desde donde
usualmente se lanzan los suicidas. Lo paradójico de la referencia es que
precisamente la flecha coincide con la casa materna, observatorio casual del
macabro espectáculo de muerte. De alguna forma la muerte fue fundiéndose en
amalgamas de calle, paisaje familiar, salto y pérdida de lugares de seguridad.
Por este hecho , aunque la exposición manifieste un hálito de vida dado en la
energía artificial que pronto se agota, en realidad nos presenta un fin de las
cosas, una terminación latente y agónica. Por ello no causa reserva el hecho de
evidenciar diariamente el desprendimiento de tortugas y canicas de su lugar de
anclaje en el Muro Líquido.
El uso de la imagen del animal parte de
la fascinación del artista por un recuerdo trágico, como ya lo hemos
mencionado, pero llevado a un estado catarquico, donde la experiencia del
atascamiento sale como solución a problemas de orden síquico o sentimental, de
todas maneras, vinculados a la infancia. La imagen del animal entonces
pertenece a cierta ironía cibernética de pantalla, movimiento reglado y
repetición en función a patrones de construcción reticulares . Entonces lo
abyecto abandona el campo de lo íntimo y violenta sobre contemporaneidades
donde identidad, custodia y seducción por el movimiento, inscriben lo robótico
como escenario siniestro de traducción estético artístico. Aunque el título de
la exposición da cuenta sobre una fuente de energía con la cual producir vida
artificial , no existe elemento mecánico que durante la exposición consuma
dicha energía como parte de la configuración de obra de inicio y final.
Solamente vemos que el lado b del disco en acetato con sus hilos de grabación,
colocan en línea de movimiento una obra , más bien detenida, siempre sugerente
de alejamientos y perdida de sentido. Sería excelente que para incrementar la
ironía se ofreciera un lector de surcos de acetato a fin de conocer el sonido
con solo pasar una aguja de tocadiscos.
Otra manera de hablar de la muerte, pero
esta vez bajo la pregunta de cuando una obra de arte muere, surge en el momento en que las piezas colgadas
de una exposición empiezan a desprenderse de la superficie y caen al suelo. Al
parecer este acontecimiento podría interpretarse como un error de montaje
producido por la baja calidad de los procesos de enganche. Las tortugas
comenzaron a “desaplegarse” del muro casi de inmediato, luego al otro día se
produjo más y más desprendimientos de obra y así el resto de días hasta hoy:
fin de la exposición porque las piezas caídas no fueron inmediatamente
colocadas en su sitio. Fin de la obra como acontecimiento cultural definido e
inamovible dentro del espacio y recurso expositivo.
En los espacios ahora vacíos donde fueron
colocadas las piezas de la exposición ahora ha sido colocado un circulo que
responde a una convención que da cuenta de la fecha del lanzamiento al vacío.
De esta manera nos enfrentamos , no a una obra terminada, muerta , sino a una
obra de arte viva y en constante proceso de construcción a partir del gesto
diarista de transformación.
En conclusión, el Muro Líquido se ha
convertido con la presente propuesta más que un espacio de exhibición en
términos formales herederos del cubo blanco impoluto, en un laboratorio de
creación que implica un trabajo de sitio específico, invasión, violencia,
relación y arte procesual.
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