Tras la rutina ancestral de ver las estrellas y ante el infortunio
de sabernos seres angustiados por diversas causas no definitivas, se presenta
la imagen del mundo como un espacio dominado por la construcción permanente en
medio de lo que significa la acción.
Con ello tenemos que acción del ser y construcción dan
vueltas en el imaginario del ente con capacidad para ser, de tal forma que no
existe un “ser” sin que antes lo precede la acción, lo mismo que no es posible considerar
norma alguna sin que se haya desarrolla un principio de voluntad, desideratas
dentro del conjunto que apuntan a que la esencia ocurre antes que la
existencia.
Preguntarse por el origen del mundo tiene que ver con un
algo propio de la genialidad, al menos esa idea laica de la productividad metafísica
que desde los tiempos de Marsilio Ficino conocemos como creatividad, un
accionar absoluto que ha pasado a los hombres definitivamente. Si Gustave
Courbet se preguntó con su óleo de 1866 sobre el origen del mundo en el
pasadizo velludo de una vulva generosa, los artistas hemos seguido el ejemplo
indagando, penetrando, recorriendo ese pasadizo franqueable por la belleza y lo
extraño.
Los tiempos que corren suelen convocar un gran orden, lo que
ocurre es que la vida muchas veces se porta de manera despreocupada, suele no
poner toda su atención a los pequeños gestos. El origen del mundo de alguna
forma remite al gran orden, pero diferente porque propone la inmanencia del
purgatorio, donde, eso lo tenemos muy claro, nosotros seremos los primeros y
más fieles clientes.
En ese nuevo gran orden de las causas definitivas las obras
de Salomé Cosmique avanzan
porque invierten la marcha, ya que rodea la vagina en circuitos plásticos
alegóricos y creativos que vienen y van desde la referencia anclada en el propio
historicismo pictórico, para inmediatamente después reclamar otro lugar de enunciación
para la imagen, origen del mundo complemente autónomo, podríamos decir, orgánico,
con provocación de veneno.
La artista acepta el juego semiótico que representa dejar
ver lo oculto, lo vedado, sin que el ojo se contagie de efectos
pospornográficos, al contrario, inficiona el cuerpo convertido en fenómeno del
arte bajo abreacciones que implican retratos, autorreferencias, universos,
cuencos sacramentales y quizá alusiones a estudios de anatomía inveterada donde
sus propios órganos se auto consumen en señal de conservación.
Cuando se pinta en realidad se retrata un monstruo interior
porque la pintura posee esa cualidad inefable de mostrar la relación con
nosotros mismos. Salomé se tomó la libertad de recordarnos dicha relación con
lo monstruoso, por eso su pintura recurre a lo perturbador, muestra un caos de
sí, un desgarramiento, como si augurara un dar a luz nuevas interpretaciones femeninas
del origen del mundo sin tamizajes de autoridad masculinizada. Quiero
significar que desde su preocupación ventral nacerán en la voz de un Nietzsche “estrellas
danzarinas”, estéticas organicistas y románticas producidas por un útero Baubo,
curativo, de mujer con razones, para no manifestar ninguna.
Oscar Salamanca
Mi florecita vulvar, 2019
Medios Mixtos
27 x 34 cm
La flor de Cata, 2019
Medios Mixtos
34 x 27 cm
La flor de Cristina, 2019
Medios Mixtos
34 x 27 cm
Yang,
2020
Medios
Mixtos
34 x 27 cm
Yang, 2020
Medios Mixtos
34 x 27 cm
Yang,
2020
Medios
Mixtos
27 x 34 cm
Ying y Yang, 2019
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universos Vulvares, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universos Vulvares, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universos Vulvares, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universos Vulvares, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universos Vulvares, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Mi Útero, 2018
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universo Uterinos – Hermana, 2018
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Universo Uterinos – Madre, 2018
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Cuenco Sagrado, 2020
Medios Mixtos
27 x 34 cm
Mi Embarazo Anembrionico – Dibujos con mi sangre menstrual, 2019
Salomé Cosmique
es una artista, educadora y curadora colombiana que actualmente reside en
Filadelfia (EE.UU.) Es maestra en artes visuales de la Universidad de
Estrasburgo en Francia. En el 2012, obtuvo el Diploma Nacional de Artes
Plásticas de Francia, concentración en artes sonoras de la Escuela de Artes del
Rin (Haut École Des Art du Rhin) en Mulhouse, Francia. Al terminar sus
estudios, se mudó a Puerto Rico, donde participó en varias exposiciones
colectivas e individuales en el Centro Ceremonial Tibes, Museo de las Américas
y en la Bienal de Ponce entre otros.
En el 2017,
Salomé se mudó a Filadelfia (EE.UU.) donde ha desarrollado su carrera
artística, curatorial y educativa. Actualmente es curadora de Dissident Bodies
y Dislocada/ Dislocated. También trabaja como educadora en diferentes proyectos
educativos en Pensilvania y New Jersey.
Para Salomé las
artes forman un vehículo positivo el cual puede brindar cambios tanto en la
sociedad al igual que transformar vidas, por lo cual la artista impulsa el arte
también como medio de sanación. Desde el 2012, su trabajo performático se ha
inspirado en el colonialismo, la inmigración, la desigualdad de las mujeres y
los cuerpos disidentes.
Con su trabajo
pictórico, Salomé busca recordar las memorias de nuestros ancestros. Ha
expuesto en Europa, Estados Unidos, Latinoamérica, India y el Caribe.
Publicación en Love4inmigrants USA